Para la colección Primavera / Verano 2004 de Dior, John Galliano diseñó una particular colección que, más que inspirarse en el Antiguo Egipto, puso a las momias directamente sobre el catwalk.
El polémico diseñador, que en más de una ocasión ha recurrido al folclore y la historia como fuente de inspiración para sus creaciones, echó mano de prendas, materiales y texturas características del mundo egipcio, reinterpretándolas. Y la combinación fue explosiva.
Por la pasarela desfiló la iconografía más popular del antiguo Egipto. Desde tocados con cabeza de chacal de Anubis o con los cuernos y el disco solar de Hathor, pasando por las túnicas blancas del Nilo, las pieles de cocodrilo y los estampados con jeroglíficos, hasta llegar a la barba postiza y el clásico nemes de oro y lapislázuli de los faraones.



No es la primera vez que la moda echa mano del pasado egipcio. Tampoco será la última. Diseñadoras como Sophia Kokosalaki o Elie Tahari han evocado las tierras del Nilo en sus colecciones, aunque –todo sea dicho– de un modo bastante menos histriónico que Galliano.
Lo cierto es que nadie ni nada escapa a la estética egipcia. Además de en la moda, los faraones y sus tesoros se cuelan parpadeantes en máquinas tragaperras y casinos; las esfinges custodian la entrada a parques de atracciones y discotecas; a menudo el traje de farón o reina del Nilo es acierto asegurado en las fiestas de disfraces; las agencias de viajes no dudan en incluir jeroglíficos en su imagen corporativa; y más de un club de citas habrá forrado su paredes con frescos egipcios.
Y es que, para el imaginario occidental, Egipto es la belleza, el exotismo, la sensualidad, la abundancia y el misterio, la quintaesencia de ese Oriente que tanto ha atraído la atención de Occidente y que ha sido alimentada en gran medida por la riqueza arqueológica del país.
Volvamos de nuevo a la colección de Galliano para Dior y pensemos si sus diseños no remiten a todos esos conceptos.
A nadie cabe duda que Nefertiti y Cleopatra darían palmas de alegría en el front row.