Los Minions o la historia en masculino

Las vacaciones de verano dan para mucho. Para perder el tiempo y hacer cosas que no harías en condiciones normales. En mi caso una de ellas ha sido ver la película Los Minions (2015). Sí, esa en la que los protagonistas son unos monstruitos amarillos majísimos.

Extraídos directamente de Gru, mi villano favorito (2010), estos personajes tuvieron tanto éxito que los creadores decidieron sacar un largometraje centrado exclusivamente en ellos, en el que se nos cuenta cómo empezó todo. Básicamente la razón de ser de los Minions es la de servir al peor de los villanos, a pesar de que su torpeza les impide hacer maldad alguna.

Lo curioso es que, según se cuenta en la película, estos seres existen desde el principio de los tiempos y son la evolución de una especie de organismos amarillos unicelulares. Esto quiere decir que han vivido todas las épocas hasta la actualidad –se rumorea que son inmortales– y han conocido numerosas culturas y personajes históricos.

De hecho, los cinco primeros minutos de la película están dedicados a mostrar los catastróficos intentos de los Minions por encontrar al más malo entre los malos de la historia, desde la prehistoria –por suerte los dinosaurios aparecen antes y no conviviendo con los humanos, a pesar de que en las pinturas rupestres aparece representado un tiranosaurio–, pasando por el antiguo Egipto, hasta llegar a los siglos XVIII y XIX.

Ahora bien, solo esos minutos son suficientes para constatar un fenómeno que muestra a las claras una manera muy extendida de entender y, sobre todo, representar la historia: la masculinización. Todos los personajes que aparecen en ese recorrido histórico, absolutamente todos, son hombres: el cavernícola, el faraón egipcio, Drácula y Napoleón. Pero ya no son solo los personajes principales, sino que también los secundarios –como por ejemplo el pueblo egipcio que aclama la construcción de las pirámides– son hombres. Vamos, ni rastro de las mujeres por ningún sitio.

Puede parecer anecdótico, y muchos pensaréis que soy una tiquismiquis, pero realmente invisibilizar a buena parte de la Humanidad –en concreto a la mitad– no es una tontería, porque acaba ninguneando el papel de las mujeres a lo largo de la historia.

Por desgracia, esta representación parcial de la historia de la Humanidad sigue siendo muy habitual en los medios de comunicación, pero también –y esto es especialmente grave– en formatos a los que se les presupone una función educativa, como los museos y los libros escolares. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con textos que hablan del “origen del hombre”? ¿Cuántas imágenes representan a las mujeres en actitud contemplativa mientras los hombres hacen todo lo importante?

Volviendo a la película, hay que decir –para acabar de arreglarlo– que todos los Minions tienen género masculino. Su creador, Pierre Coffin, se excusó diciendo que siendo tan tontos no podía imaginárselos en versión femenina. Por esa misma regla de tres, podemos presuponer que a lo largo del recorrido histórico no aparecen villanas porque Coffin tampoco pudo concebir mujeres malas.

Pero, entonces, ¿por qué la mala malísima de la película, cuando la historia ya se desarrolla en el siglo XX, es precisamente una mujer?

En fin, que huele a lo de siempre. No sé en qué piensan realmente los directores de la película. Lo que sí creo firmemente es que la solución no pasa ni por invisibilizar a las mujeres ni tampoco por presentarlas como superiores a los hombres. Y esto vale para hablar tanto del pasado como del presente.

La película Los Minions es solo un ejemplo de los muchos que podríamos mencionar. Pero es un ejemplo que llega a muchísimas personas, en especial a los más pequeños, que acaban absorbiendo este tipo de ideas.

Pero ahora no la paguéis con los Minions, ¿eh? Ellos no tienen la culpa. De hecho dan bastante risa.