Después de de décadas de discusiones estériles, ha llegado el momento de dejar atrás los conflictos intergeneracionales que surgen cada vez que se habla de series de dibujos animados. Y ¿sabéis quién tiene la clave? No soy yo, es el pasado. Bueno, y yo un poco también.
Todas las familias, sean nucleares, monoparentales, homoparentales, heteroparentales, desestructuradas, extensas o compuestas, han sufrido alguna vez el clásico cisma del «en mi época era mejor».
Este arrebato nostálgico, que ha existido desde los orígenes más remotos de la humanidad, se vuelve especialmente visceral cuando el foco de atención se sitúa sobre los dibujos animados, siempre asociados a la infancia y, por tanto, a la época dorada y más idealizada de la vida de las personas. Creedme, las piedras os podemos hablar del fenómeno con objetividad.
Que sí, que vosotros, los millenials, pensáis que crecisteis mucho mejor que los de la Generación Y porque el Inspector Gadget y Doraemon transmitían unos valores solidísimos. Pero no os acordáis de la brasa que os daban vuestros padres, los babyboomers, con lo de que Bola de Dragón era una serie demasiado violenta, nada que ver con sus Autos Locos o El Oso Yogui. Esa misma cara de póker es la que se les queda a vuestros sobrinos de la Generación T cada vez que vuestra actitud carca os impide comprender el mensaje de El asombroso mundo de Gumball.
Pero, ¡por fin!, tras tantas discusiones ante la televisión o la tablet, vengo a ofreceros la solución, un punto de consenso. Porque… ¿Sabéis lo que no ha variado ni un poco a lo largo de todas estas décadas de animación? La manera de representar el pasado.
Da igual que sean Looney Tunes u Hora de aventuras. Sesenta años de diferencia no han bastado para cambiar el imaginario que estas series proyectan sobre la Antigüedad, en particular sobre el mundo romano. Tomad asiento, que vamos al lío.
Unos de los dibujos animados más populares de la historia de la animación son, sin lugar a dudas, los Looney Tunes. La propuesta de Warner Brothers ha sido protagonista de todos los formatos de pantalla desde los años 30 hasta la actualidad.
Pues bien, en 1955 se emitió un capítulo que, bajo el título Roman Legion-Hare («El legión-liebre romano»; lo sé, el juego de palabras no funciona ni un poco en español) ambientaba las correrías de Bugs Bunny y Yosemite Sam en la Roma de Nerón. Por cierto –abro paréntesis– ¿os habías parado a pensar alguna vez que Marvin el Marciano es un legionario intergaláctico?
Yosemite Sam cambiaba por primera vez su atuendo de mexicano por el uniforme de legionario romano, y se las veía y se las deseaba para capturar a Bugs Bunny –¿no os daba mucha rabia la parsimonia con la que el conejo se escabullía siempre?– y arrojarlo a los leones del Coliseo bajo la atenta mirada de Nerón.
El capítulo reproduce el top five de los clichés sobre la antigua Roma: las luchas de gladiadores en el Coliseo, el emperador excéntrico, el legionario/centurión disciplinado, la música triunfal de trompetas y el paisaje de columnas, colinas y cipreses. No es casual que esto ocurriese en los años 50, momento de las primeras superproducciones cinematográficas del género peplum, auténtica fábrica de estereotipos sobre el pasado, con especial mención a Quo Vadis? (1951).
Ese mismo imaginario vuelve a aparecer en Popeye el marino, convertido en 1960 en Popeye the Glad Gladiator («El alegre gladiador»), a quien el viaje a la antigua Roma (¡En el año 800 a. C.!) le provoca un auténtico shock cultural. Una rencilla con un desconocido le acaba llevando a la arena del Coliseo, donde consigue vencer gracias a su épico bote de espinacas y, de paso, se gana el corazón de la emperatriz Olivia «Olive-Oil» y del pueblo romano. Una idea, la del desconocido que vence al invencible, que se ha repetido hasta la saciedad en películas como Gladiator.
Y ¿por qué no pensar que las Tortugas Ninja podrían desenvolverse con soltura como gladiadores? Total, si ya tenían nombres de artistas renacentistas, comían pizza y dominaban las artes marciales… Aunque más que viajar al pasado, lo que hacen estos simpáticos reptiles en el capítulo Artless (1987) es luchar contra el expolio artístico que unos alienígenas estaban perpetuando contra el patrimonio cultural italiano. Pero vamos, que de la lucha de gladiadores no se libran [a partir del minuto 21].
Junto con la figura del gladiador, la del legionario es la más repetida en la animación del pasado romano, seguramente por el componente de aventura que lleva implícito. Así ocurre con la Pantera Rosa en Pinkus Pantherus (1993), cuando se alista en la legión para desempeñar una delicada y peligrosa misión, al estilo Astérix legionario (1967).
Algo menos predecible era que Bob Esponja acabase vestido de centurión y sobre un carro tratando de salvar a Patricio, víctima –una vez más– del excéntrico emperador que necesita entretener a sus súbditos con espectáculos en el anfiteatro. O sea, el consabido panem et circenses. Pero sí, ocurrió, y Bob saltó a la arena [a partir del minuto 5].
Más recientemente, la serie Hora de Aventuras lanzó un capítulo que llevaba por nombre Los que van a morir te saludan (2011), traducción de otro celebérrimo latinajo, «Ave, Caesar, morituri te salutant», que pronunciaban los gladiadores antes del enfrentamiento. En esta ocasión Finn y Jake, los protagonistas, deben enfrentarse a gladiadores fantasma para conseguir su libertad, del mismo modo que ocurría en la antigua Roma con quienes conseguían ganarse el favor del emperador.
Hay más ejemplos. Pero lo que os quería mostrar con todo esto es lo arraigados que llegan a estar los imaginarios sobre el pasado, que perviven –en este caso– en los dibujos animados a pesar del paso del tiempo y de las variaciones de estilos y lenguajes.
Esos imaginarios tienen mucho que ver con la influencia de otros medios, sobre todo del cine (pensad en la imagen de Nerón como arquetipo del emperador desalmado o la música triunfal de las superproducciones del género peplum), pero también con el tirón que pueden tener figuras como la del gladiador o el legionario, inevitablemente asociados a historias de aventuras, acción y superación.
Así que dejad de lado la batalla intergeneracional, porque en el fondo todos vosotros, babyboomers, millenials, postmillenials e integrantes de la generación táctil, bebéis de los mismos estereotipos.