En esta época de cambios en la que una no sabe si salir de manga corta o ponerse chaqueta, si llevar calzado cerrado o apostar por las sandalias, porque por el día hace calor pero por la noche refresca, seguro que se os han venido a la mente multitud de interrogantes sobre vuestro estilo y el lugar que, en consonancia, ocupáis en la sociedad.
Es lo que tiene la ropa de entretiempo: su indefinición hace reflexionar sobre el todo y la nada, sobre el blanco y el negro. En fin, sobre la relatividad de las posturas extremas.
Y seguramente ello os habrá conducido a una pasajera pero intensa crisis existencial: ¿cuál es mi estilo? ¿En qué tribu encajo? Apuesto a que, a continuación, habréis pensado que no, que tenéis un estilo propio, que no os sentís identificados en ninguna tribu. Y que no os importa la moda ni las tendencias, porque de ninguna manera sois una oveja más en este gran rebaño que es nuestra sociedad.
Ya. Pues permitidme que os diga una cosa: eso no hay quien se lo crea. Ahora y siempre han existido las tribus urbanas. Es más, yo diría que ha habido una pervivencia de estilos que se han fosilizado desde la más remota Antigüedad y que hoy en día podemos encontrar a la vuelta de la esquina más insospechada. A las pruebas me remito.
Recordaréis que ya os hablé una vez de los vikingos, que fueron los verdaderos hipsters del medievo. Pero ellos no son los únicos con un estilo bien definido. ¡Qué va! Por poner un ejemplo: los minoicos. Esa floreciente y despreocupada civilización, la sociedad pacífica por antonomasia, fiel defensora de los estampados y los pechos al aire. ¿A qué os suena todo eso? Efectivamente: a los hippies.

¿Cuál es la hippie y cuál es la minoica?

¿Quién gana a miradas dispersas?
Los paralelismos son más que evidentes: el pelo largo y dejado a su aire; los collares de conchas y piedras vistosas; las faldas holgadas y de cintura baja; las tetitas descubiertas, en ocasiones ceñidas por chalecos y corsés de inspiración étnica. Pero hay un rasgo clave para entender el vínculo hippieminoico: la veneración del patchwork. Las minoicas no soportaban no conjuntar al menos cuatro patrones distintos es un mismo tejido, y si ello podía combinarse con algunos flecos y con adornos en la cabeza, mejor que mejor. Una tendencia, la patchworkista, que las hippies de los 60 –las de verdad– supieron revalorizar y que ha seguido su propia vía de modernización y actualización –ironía modo on– en el siglo XXI con la marca Desigual.
Muy dados a la socialización y al amor libre, los hippies y los minoicos supieron –cada uno en su momento, claro– dar lo mejor de sí mismos en celebraciones multitudinarias: Woodstock y las fiestas del palacio del rey Minos. Unos y otros unidos por gestos, actitudes y estilismos que apenas han sufrido el paso del tiempo.

El Woodstock y su referente más remoto en el palacio de Knossos, Creta.

Los minoicos gustaban de saltar sobre el toro. Los hippies, sobre seres imaginarios.
Bueno, y dejando los minoicos aparte: ¿qué me decís de los egipcios? El gusto por el blanco y el oro solamente nos puede hacer pensar en una tribu del presente: los chonis (aka canis). Salvando la sustitución del lino por el poliester y la piel bronceada por una cierta tendencia tanoréxica, las similitudes son claras. A las egipcias les perdía el colorete, el brilli-brilli, la línea del ojo bien marcada y las joyas vistosas, detalles que sin duda no pasan desapercibidos entre las chonis de nuestro tiempo.

Pasado y presente de un mismo concepto.

Abu-Simbel Shore vs Gandia Shore.

¿Cuáles son de una egipcia y cuáles de una choni? Eso nunca lo sabremos.
Con unas prácticas muy ritualizadas, las chonis, igual que las egipcias, encuentran en el grupo su verdadera razón de ser, construyendo fuertes lazos de amistad que les llevan a compartir estilismos, vestimenta y plancha del pelo. Es por ello que a menudo cuesta diferenciarlas a título individual. En el fondo todas son una.

Lah morenikah.

Sssa egipsia guapa marcándose un selfie.
Podríamos sacar a colación otros tantos ejemplos: los celtas y los punks, o los tartessios y los surferos. Sin embargo, como era de esperar, no podemos pasar por alto a los griegos. ¡La Hélade! ¡Cuna de la más refinada cultura, del arte y de la democracia, del canon del cuerpo humano! Una sociedad que pasó tan grácilmente de los estáticos kouroi a las esculturas del clasicisimo más puro, no podía si no destacar por su sencillez y elegancia. ¿Cómo sería, pues, el streetstyle de las poleis griegas? Pantalones arremangados, camisas vaqueras, pitillos, gafas estilo wayfarer, camisas de cuadros… Son algunos de los musts popularizados en la Jonia. Los montajes de Alexis Persani nos permiten hacernos una idea.
Y ahora, seamos sinceros: vosotros ¿qué sois más? ¿Minoicos, egipcios o griegos?