Vale, sé que puede parecer una paradoja, pero es la verdad: Piedra no es de piedra. Tengo mi corazoncito, de manera que tal día como hoy, 14 de febrero, no puedo evitar volverme repipi y hacer un especial de San Valentín.
Y ¿qué puede representar mejor el amor eterno, sincero y verdadero, tan promulgado en este día, que las sepulturas de personas que decidieron –o les obligaron a– ser enterradas en posición amorosa?
Aunque no son muy abundantes, conocemos ejemplos de enterramientos de épocas y territorios muy distintos en los que los difuntos aparecen fundidos en abrazos que pensaron que iban a ser para toda la eternidad… hasta que llegaron los arqueólogos, quitaron unas cuantas capas de tierra y el secreto se convirtió en dato. Un gesto tan bonito, tan íntimo, profanado en cuestión de minutos por habilidosos pinceles. Y todavía peor, publicado sin pudor en revistas especializadas de arqueología, al más puro estilo prensarrosista.
Pero reconozcámoslo: a todos nos gustaría toparnos con algo así. De hecho, algunos de estos hallazgos se han convertido en fenómenos mediáticos. Lo cierto es que la gente se reconforta viendo en el pasado actitudes del presente, especialmente las más cotidianas. El amor o el cariño son un buen ejemplo. Porque, queridos lectores, sí: también en la prehistoria existían los sentimientos. ¡Qué maravilla!
La cuestión: que aquí tenéis una pequeña selección de instantáneas de arqueo-romanticismo para contribuir a la hiperglucemia de un día tan señalado. Y como todo esto de los enterramientos de superamor tiene un componente bastante cinematográfico, y entendiendo que la quintaesencia de San Valentín son las películas románticas, trataré de trazar paralelismos entre hallazgos y largometrajes. Desvelemos, pues, esas escenas de amor de ultratumba.
El amor es para siempre
Hace cosa de 6.000 años, un hombre y una mujer de entre 18 y 20 años –dos jovenzuelos, vaya– fueron enterrados juntos en una enternecedora posición: abrazados y mirándose a la cara. El hallazgo tuvo lugar en 2007 en la necrópolis neolítica de Valdaro, cerca de Mantova (Italia), y los restos pronto fueron bautizados como «los amantes de Valdaro», convirtiéndose en toda una metáfora del amor que dura para siempre.
La ternura del abrazo, esas miradas tan intensas que se regalan el uno al otro y esa posición fetal que denota estar de lo más a gustito haciendo la cucharita invertida, me lleva a pensar que esta fue la más dulce de las historias del Neolítico. Todo muy en plan amor inesperado de verano, con miraditas entre silo y silo, con un torbellino de emociones condensadas en muy poco tiempo y con escenas al estilo Ghost (pero sin torno, porque sabéis que en esta época la cerámica todavía se hacía a mano). ¡Menudos vasos con decoración cardial debieron salir de tan tórrida artesanía!
Estoy segura, además, de que él era de los pesados que cada mañana le despertaba a ella con un «buenos días, princesa». Pero a mí me da que su historia debió durar poco. Algo debió pasar. Seguramente los padres de ella pusieron trabas. O hubo algún tipo de venganza. O eso, o murieron de frío, lo que explicaría la extraña postura. Pero fijo que todo acabó en un dramón romántico. Así que todavía no tengo muy claro si esta historia encaja mejor con Titanic, El Diario de Noa o Love Actually. Lo que sí es seguro es que fue un romance muy empalagoso. A las pruebas me remito con esta horterada de reconstrucción 100% objetiva que habla por sí sola.

Recreación del último suspiro de los Amantes de Valdaro.
Arqueología queer
La Bastida de Totana, en Murcia, se está convirtiendo en uno de los yacimientos más sorprendentes de los últimos años y está arrojando nuevos e interesantes datos sobre la sociedad argárica. Pero como por algo es San Valentín, vayamos al grano: en una de las tumbas (la número 18) aparecieron los cuerpos acurrucados de dos guerreros que compartían un mismo ajuar. El descubrimiento sorprendió a los arqueólogos porque ni en el resto de las sepulturas de La Bastida ni en otros yacimientos argáricos se había encontrado nunca nada parecido. Esto ha llevado a los investigadores del proyecto a hablar del primer posible enterramiento homosexual conocido.
Yo ya lo estoy viendo. Todo empezó como una amistad entre guerreros, al más puro estilo espartano. Pero, como bien sabemos por Brokeback Mountain, el roce y el largo tiempo juntos acabó cambiando el rumbo de la historia, hasta que el amor brotó de manera desenfrenada. Puedo imaginármelos galopando juntos al atardecer por las sierras de La Tercia y Espuña, rebanando cabezas mientras empuñaban a cuatro manos la misma espada y se decían cariñosamente el uno al otro «acho» y algún que otro «tontoelpijo» en momentos de enfado fugaz. Y es que la tumba 18 contiene, en realidad, a los cowboys de Totana.
Amor a la fuerza
Corría el año 2009 cuando unas excavaciones efectuadas en una zona de Modena (Italia) se toparon con parte de una necrópolis tardoantigua. Entre las sepulturas individuales apareció, para sorpresa de los arqueólogos y regocijo de los medios, una tumba doble con un hombre y una mujer dándose la mano, datada entre los siglos V-VI d. C. Los italianos, muy originales como son en esto –y en otras muchas cosas– pronto los bautizaron como «los Amantes de Modena». Sin duda la escena es enternecedora.
Pero, ¿qué queréis que os diga? A mí la mirada insistente de ella y el ímpetu con que parece aferrarse a la mano de su amado, me hace pensar que tenía mucho interés en no dejarle escapar. No sé cómo decirlo sin sonar grosero, pero todo apunta a que ella estaba un poco desesperada por encontrar esposo, lo cual sin duda nos lleva a trazar algunos inevitables paralelismos entre este esqueleto y Muriel, de La boda de Muriel. Con la diferencia, eso sí, de que la mujer tardoantigua no tuvo la oportunidad de cantar las canciones de ABBA.
700 años de risas
Algo parecido al hallazgo de Modena tuvo lugar en la capilla de Saint Morrell, en Hallaton, Leicestershire (Inglaterra), con la exhumación de un hombre y una mujer del siglo XIV que aparecieron cogidos de la mano. Entre otras muchas cosas, el equipo investigador se preguntó por qué esta pareja, así como otros individuos aislados, fueron enterrados en esta capilla y no en la iglesia principal, donde está el cementerio. Algunos han planteado la posibilidad de que fueran criminales o personas non gratas para ser enterradas donde todo el mundo, aunque, una vez más, no son más que suposiciones.
Pero a mí hay una cosa que me parece muy clara, y es que estas dos personas debieron pasarlo en grande. No hay más que ver a la de la derecha. Seguro que este fue uno de esos amores frescos, sinceros y sin tabúes que no entienden de edad ni de preocupaciones. Una especie de comedia romántica sin fin. Incluso, si me apuráis, podría haber sido una especie de película-musical romanticona al estilo Mamma mia! Sea como fuere, si esta tumba fuera una película, sería cualquiera de las protagonizadas por Sandra Bullock.
Amor de a tres
Y como el amor no entiende de números, dejamos para el final la especial tumba triple de Dolní Vestonice (República Checa), la más antigua de la que hemos visto, que se remonta a hace aproximadamente 26.000 años. El enterramiento resulta singular por muchos motivos. Se trata de los cuerpos de tres jóvenes –dos hombres y una mujer– de entre 16 y 20 años enterrados en un mismo espacio. Para más inri, el hombre de la derecha está enterrado boca abajo y con una estaca clavada en los genitales, mientras que la mujer (en el centro) tiene una daga de sílex apuntando a la pelvis, hacia el cual el hombre de la izquierda extiende sus manos. Por último, tanto las cabezas de los tres enterrados como la pelvis de la mujer fueron espolvoreados con óxido de hierro. Interesante, ¿verdad?
Estoy convencida de que ahora mismo estaréis elucubrando vuestras propias historias, pensando en traiciones conyugales y amores compartidos, en triángulos amorosos que nunca se sabe cómo van a acabar. Pues bien, estáis en lo cierto: estamos ante La boda de mi mejor amigo en versión paleolítica, aunque quizá en una versión un tanto gore y con los roles invertidos. En este caso Julia Roberts sería el hombre de la izquierda y Cameron Díaz el de la derecha.
Después de todo esto, diréis que me dejo llevar por la fantasía. Pues sí, para qué engañarnos. San Valentín y las películas románticas han hecho mucho mal también a la arqueología.
Pero, venga, no seamos aguafiestas y pensemos por un día en el amor eterno de los amantes de Valdaro, en las galopadas vespertinas de los cowboys de Totana, en la insistente ilusión de la Muriel tardoantigua, en la comedia romántica de la pareja de St Morrell y en el triángulo amoroso de Dolní Vestonice. ¡Que es San Valentín!