Las fallas han llegado y, como cada año, València deja estallar esa vena tan barroca que le caracteriza y que tan peligrosamente le hace acercarse a una fantasía kitsch o, siendo mucho más precisos en los términos, a una especie de meca de la coentor.
Haciendo justicia a su mediterraneidad, la fiesta toma la calle y la ciudad se ve sobresaturada de imágenes, olores y ruidos que acaban generando un pastiche colorista y tremendamente folclorista en el que abundan los contrastes, cuando no directamente las contradicciones.
Como ocurre con todas las fiestas, las fallas son clave para la definición de la propia identidad. Sin embargo, en las últimas décadas la llegada masiva de turistas y la espectacularización de la fiesta han llevado a buscar temas y referentes más universales para que la gente de fuera también pueda reconocer lo que ve, e incluso llegue a sentirse identificada. Todo esto ha traído consigo un verdadero proceso de dulcificación de los monumentos, que estéticamente se suelen mover entre la caricatura y el influjo Disney, y a nivel de contenidos han sustituido la sátira tradicional por unos discursos menos comprometidos.
Pero lo que realmente nos interesa señalar es que uno de los recursos más habituales ha sido y sigue siendo el del uso del pasado. Este año me he propuesto dar una vuelta por algunas de las zonas más concurridas de la ciudad en busca de alusiones a la prehistoria y a la antigüedad. Y os preguntaréis: ¿qué se habrá encontrado Piedra?
Pues bien, como en tantas otras ocasiones, hay una predilección por la antigüedad griega, romana y, sobre todo, egipcia, aunque tampoco faltan las alusiones a lo prehistórico. Nada extraño si tenemos en cuenta que son las culturas más populares en los medios y de las que más referentes tiene la gente. De ahí que para los artistas falleros sean mucho más fáciles de representar y para los espectadores mucho más fáciles de identificar.
Cuando se trata de representar la prehistoria, los clichés son claros: cuerpos semidesnudos, pieles de animales salvajes, cavernas, huesos, mamuts y, cómo no, dinosaurios. Todos esos atributos encarnan en nuestro imaginario lo primigenio, siguiendo tradiciones de representación visual que pueden remontarse varios siglos. Sin embargo, en las fallas –o al menos eso he podido ver– los referentes son de tipo cinematográfico. Así, por ejemplo, recorriendo las calles de Russafa me topé con la Falla Doctor Serrano-Carlos Cervera-Clero, con una evocación de la prehistoria amable y edulcorada claramente inspirada en la serie de dibujos animados Los Picapiedra, una de las que más ha influido en la configuración de la imagen popular de la prehistoria.

Falla Doctor Serrano-Carlos Cervera-Clero (Foto: Piedra).

Los Picapiedra, referente de la estética prehistórica en nuestros días.
Por supuesto la inspiración no viene solo de ahí, y en esta misma falla existen otros estereotipos bien asentados, como el de la «cavernícola sexy», cuyo mejor exponente fue encarnado por la actriz Raquel Welch en la película Hace un millón de años (1966), y que tantas veces hemos visto repetido en el cine y la publicidad.

La cavernícola sexy en la falla Doctor Serrano-Carlos Cervera-Clero (Foto: Piedra).

Raquel Welch en la película Hace un millón de años.
Todos esos clichés asociados a la prehistoria han continuado repitiéndose en las nuevas producciones cinematográficas, incluidas las de animación infantil, como la reciente Los Croods (2013), que probablemente también ha tenido algo que ver en los ninots de algunas fallas.

Fotograma de la película Los Croods.

Detalle de la falla Conde Salvatierra-Cirilo Amorós (Foto: Piedra).
La antigua Grecia, por su parte, siempre aparece asociada en las fallas a grandes logros culturales, como el teatro, el arte o los juegos olímpicos. Pero ha habido una predilección por la mitología, que permite entroncar con toda una serie de historias y personajes de leyenda que resultan especialmente atractivos. Lo llamativo es que a pesar de la gran cantidad de referentes artísticos que existen sobre el pasado griego, las fallas parecen reproducir personajes extraídos directamente de películas de Disney, algo que encaja bastante bien con ese deseo de hacer que cualquier persona, venga de donde venga, pueda contemplar el monumento y reconocer lo que está viendo.
De este modo, bajo el lema El ocaso de los dioses, la falla Convento Jersualén-Matemático Marzal convierte en protagonista a un efusivo Poseidón –en teoría representación de la fuerza ciudadana que zarandea a los políticos entronizados– que recuerda a Tritón, el padre de Ariel en La Sirenita (1989).

El Poseidón de la falla Convento Jersualén–Matemático Marzal (Foto: Piedra).

Tritón en La Sirenita.
Todavía más evidentes son las similitudes entre algunos personajes de la falla Conde Salvatierra – Cirilo Amorós y los protagonistas de la película Hércules (1997).

Atleta griego de la falla Conde Salvatierra–Cirilo Amorós (Foto: Piedra).

Hércules en la película de Disney Hércules.

La Olimpia de la falla Conde Salvatierra–Cirilo Amorós (Foto: Piedra).

Mégara en la película Hércules.
En otros casos, aunque la estética no sea la misma, se representan escenas reconocibles. Una de ellas es la de Zeus como padre orgulloso de un ya fortachón Hércules, y Hera como esposa sumisa –a pesar de que el mito griego nos la muestre más bien como una mujer vengativa ante las traiciones conyugales de su marido, además de muy poco cariñosa con Hércules–, idea que quedó bien plasmada en la película de Disney, donde no hay espacio para los matrimonios no canónicos.

El matrimonio ideal representado por un orgulloso Zeus, una sumisa Hera y un vigoroso Hércules según la falla Ribera–Convent de Santa Clara (Foto: Piedra).

Su equivalente en la película Hércules.
Roma, en cambio, ha tendido a asociarse a la depravación y los excesos, de ahí que a menudo haya permitido conectar con los defectos de la realidad política del presente. Se han trazado paralelismos entre nuestros políticos y los emperadores romanos como mejor representación del ansia de poder y la corrupción. Así queda reflejado, por poner un ejemplo, en la falla Exposició – Misser Mascó, donde los distintos presidentes de la Democracia española aparecen representados siguiendo el modelo de los emperadores de la antigua Roma, reseñando sus respectivos defectos.
En este caso los referentes visuales también son cinematográficos, como ocurre con una de las figuras centrales, que recuerda al magnífico Nerón de la película Quo Vadis? (1951), símbolo por antonomasia del emperador corrupto y depravado.

Ninot de la falla Exposició–Misser Mascó (Foto: Piedra).

Nerón en la película Quo Vadis?
Pero es obvio que si hablamos de influencias a la hora de imaginar lo romano, aparte de las películas del género Peplum no podemos olvidar el importantísimo peso que han tenido los cómics de Astérix, cuyo influjo también puede detectarse en las fallas.

Uno de los ninots de la falla Exposició–Misser Mascó (Foto: Piedra).

Claudius Mulus, de Astérix y los Juegos Olímpicos.
Ahora bien, la civilización más popular en las fallas es, sin lugar a dudas, la del Egipto antiguo, quizá porque encarna mejor que ninguna la idea del poder despótico, los proyectos faraónicos y el malgasto del tesoro público –y también, por qué no decirlo, porque el barroquismo de la estética egipcia encaja bastante bien con la propia estética fallera. De hecho, las distintas fallas que he encontrado ambientadas en el antiguo Egipto utilizan ese pasado como escenificación de una crítica a la clase política y sus despropósitos, donde la figura central la ocupa un faraón en actitud poco amistosa, sobreelevándose por encima de los mortales.

Faraón de la Falla Trinitat–Alboraia (Foto: Piedra).

Reina del Nilo en la Falla Cuba–Dénia (Foto: Piedra).
Aparte de eso, todos los estereotipos de lo egipcio aparecen recogidos en estas fallas: el exotismo (la religión, lo oriental), el Nilo y su naturaleza exuberante (cocodrilos, juncos, lotos, flamencos), la arquitectura monumental (esfinges, columnas, bajorrelieves) y la riqueza (tesoros, oro, sarcófagos, joyas). Y, de nuevo, los referentes cinematográficos.

Detalle de la Falla Cuba–Dénia (Foto: Piedra).

Pasaje de la película El Príncipe de Egipto (1998).
En definitiva, el uso del pasado en las fallas es habitual y parece que responde a distintas funciones. Unas veces se utiliza para desplazar la crítica del presente a otras épocas, haciéndola más sutil. En otras ocasiones se recurre a él porque algunos elementos y personajes históricos encarnan a la perfección valores, virtudes y vicios actuales que se quieren resaltar. En otros casos, en cambio, el pasado simplemente se muestra porque resulta atractivo y ofrece un marco diferente al actual, una especie de evasión momentánea.
Pero lo que parece claro, por encima de todo, es que los referentes visuales que se manejan en los monumentos falleros proceden fundamentalmente del mundo del cine, y en especial de Disney, lo que permite universalizar los temas. Esto confirma algo que ya sabemos: que en la imaginación popular del pasado pintan mucho más los productos de la cultura de masas que la visión construida desde la arqueología.