Antes de que la jornada de reflexión a las elecciones autonómicas y municipales imponga su veda, me veo en la obligación de hablar del cariz romano que ha tomado esta última semana de campaña electoral en València. Sí, como lo oís. Por momentos he tenido flashbakcs relampagueantes que me han hecho imaginarme entre valentinos y valentinas.
Todo empezó la mañana siguiente a que se produjera la pegada masiva de carteles de los partidos que concurren a las elecciones. Iba yo paseando tranquilamente por la calle Cavallers, el antiguo decumanus de la ciudad romana, cuando me topé con un par de carteles con filtro naranja en los que destacaba el hasthag #ambValentia –lo que traducido al castellano vendría a ser #conValentía.
Podéis llamarme freak, podéis atribuirlo a la mirada Piedra o a lo que queráis, pero por unos segundos esa «v» mayúscula me hizo pensar en Valentia –sí, la Valencia romana– y no en «valentía», lo cual me provocó un pequeño colapso espacio-temporal. De hecho, de inmediato mis ojos engañaron a mi cerebro y reprodujeron esta versión del cartel.
¿Os lo podéis imaginar? Monicam Oltrum defendiendo los intereses de los valentini veterani et veteres y denunciando las corruptelas del (Senatus)PopulusQuePopulares (SPQP): el caso Nóostrum que implica a la familia imperial; la trama Gurtelius con toda la problemática de las togas; el caso Blascum sobre las ayudas al desarrollo de las provincias del limes; y, sobre todo, la Operación Púnica.
Tras unos segundos de abstracción, volví a la menos romántica realidad de nuestro siglo y continué discurriendo por la calle Cavallers hasta desembocar en la Plaça de la Mare de Déu. O, dicho en otras palabras, lo que fue parte del antiguo foro de la Valencia romana, hoy conservado parcialmente en el Centro Arqueológico de l’Almoina.
Allí abajo, entre columnas, domus y calzadas, pude imaginarme a Monicam Oltrum y a los otros candidatos haciendo sus arengas políticas en el cruce del cardus y el decumanus, de una guisa muy lavidadebrianesca.
Muchas promesas. Lo que ninguno de ellos permitiría, a diferencia de sus homónimos actuales, es que no muy lejos de allí, siguiendo el cardus –o, lo que es lo mismo, nuestra calle del Salvador– parte de la muralla romana yaciese abandonada entre mala hierba y escombros a la espera de una solución que lleva retrasándose más de veinte años. Algo que el vecindario sabe bien y lleva reclamando desde hace mucho tiempo.

Pancartas en los balcones denunciando el estado de abandono de la plaza donde descansan los restos romanos
En una más que sincera metáfora, esos restos quedan de espaldas al actual edificio de las Corts, el parlamento valenciano, donde los políticos de hoy sacan lo mejor o lo peor –dependiendo del caso- de sí mismos–, incluyendo las políticas de desprotección patrimonial. Pero lo cierto es que nadie puede librarse de los romanos, y el propio edificio de Les Corts alberga en sus partes bajas un tramo de la Vía Augusta, así como una serie de domus adosadas. A diferencia de lo que ocurre en lo que vendría a ser el trasero del edificio, estos restos sí han sido acondicionados para la visita en un alarde de generosidad cultural.
Hace un par de días –y prometo que de pura casualidad– visité esos restos con unas amigas y, tras el recorrido, me vinieron dos reflexiones a la mente. La primera: que, tras el flashback #ambValentia, todo volvía a poner en relación la política y las elecciones de este año con lo romano. La segunda: que ese yacimiento es un buen reflejo de lo que muy a menudo se ha hecho con el patrimonio en esta ciudad. ¿Por qué? Juzgad vosotros mismos:
I) Los frescos de una de las domusde las Corts han sido literalmente trasplantados a un muro que nada tiene que ver con ellos, con la excusa de que “ahí se ven mucho mejor” que en su lugar originario. ¿Qué más da si con eso se está creando una imagen falsa del lugar? La culpa es de los romanos por no situar las cosas bonitas cerca de donde se tenía planeado construir la pasarela.
II) Más allá de la horterada –o no, esto ya es cuestión de gustos– de poner césped artificial para darle un toque más natural, entre resto y resto pude ver algunas cáscaras de pipas y un par de periódicos abandonados. ¿Es esto cosa de algún incauto visitante? ¿O es que los políticos, en sus ratos libres, se bajan a comer pipas y leer la prensa a la sombra de la Vía Augusta?
III) Casi nadie –y yo me incluyo, que ya os digo que fui de pura casualidad– sabe de la posibilidad de visitar estos restos. Ni un mísero cartel en la puerta de las Corts, ni ningún tipo de apartado en su web lo indican. Y, sin embargo, existen unos folletos informativos bastante completos sobre los restos que, eso sí, te dan cuando comienzas la visita –previamente concertada. Entonces, ¿qué fue primero? ¿La visita o el folleto?

¿Es la domus romana de las Corts el lugar de recreo de los políticos?
La lista de casos de restos de época romana abandonados a su suerte es mucho más extensa. ¿Tan poco queremos a los romanos? ¡Ay! ¡Si Monicam Oltrum levantara la cabeza! Esperemos que el futuro gobierno de la Generalitat, y en especial el del ayuntamiento de Valencia –sea nuevo o viejo–, tome un poco más de conciencia sobre esa parte tan rica de nuestro pasado. Si no, siempre nos quedará el tan romano panem et circenses. En eso sí tenemos experiencia.
Así que, por el bien de la Valencia romana, ¡todos #conValentia!