Numancia’s Time!

Existen una serie de personajes en el imaginario colectivo que a todos nos resultan francamente entrañables. Estaréis de acuerdo conmigo en que uno de ellos es la típica camarera de bar de carretera norteamericano, que masculla un desganado «¿qué vas a tomar?» entre pompa y pompa de chicle, mientras sostiene con una mano una de esas jarras esféricas de cristal y apoya la otra en la cintura.

Pues bien, ¿sabéis en qué me hacen pensar las camareras-mascadoras-de-chicle que gritan coffee time!? Es posible que me tachéis de frívola y que incluso pueda provocar sarpullidos a los sectores más conservadores. Pero os lo diré con total sinceridad: a mí me evocan Numancia y en el nacionalismo español. ¿Que qué tiene que ver algo tan yankee con algo tan castizamente patrio? Está clarísimo: la clave está en la cafeína. Y es que el nacionalismo, igual que las personas, necesita cafeína para afrontar su día a día, y Numancia lleva siglos haciendo de cápsula Nespresso de sabor intenso y concentrado.

Pero para entenderlo mejor debemos viajar en el tiempo. Trasladémonos a la España del siglo XIX. El estallido de la guerra contra Napoleón ha traído consigo muchas cosas, entre ellas un enérgico empujón al nacionalismo español. El Estado liberal, interesado en “fabricar” españoles 100% patriotas, ha elaborado su propia visión de la historia de España, cuajándola de glorias y grandes hazañas. Entre ellas, por supuesto, está Numancia: la épica resistencia de un pueblo celtíbero contra las invencibles tropas romanas.

De ella se habla en las escuelas, en los libros de historia y en la prensa. Pero también inspira obras de teatro, poemas e incluso pinturas que encarga el propio Estado. Numancia está en boca de todo el mundo. Se ha convertido en un mito que permite hermanar presente y pasado: igual que los numantinos resistieron con arrojo el asedio romano, sacrificándose antes que caer en manos enemigas, los españoles han hecho lo mismo ante el Imperio de Napoleón –el asedio de Zaragoza, el 2 de Mayo en Madrid. La historia se repite y el protagonista, según dicen, es siempre el mismo: el pueblo español.

El último día de Numancia (1881) de Alejo Vera

Regresemos ahora al presente. Después de casi dos siglos, las cosas han cambiado mucho, hasta el punto que ya no llevamos ni capas ni sombreros –para nuestra desgracia– y Francia parece haber dejado de lado –al menos en apariencia– sus intenciones expansionistas sobre la Península Ibérica.

Como digo, todo ha cambiado mucho…. o, quizá, no tanto. A los hechos me remito. A finales de mayo de 2015, el Congreso de los Diputados pide a RTVE que grabe una película sobre el asedio de Numancia para rememorar su gloria. Vale que el formato sea más moderno y que ahora también haya un interés por proyectar Soria y favorecer el turismo local. Pero el fondo es el mismo que en el siglo XIX: Numancia sigue siendo un asunto de Estado y hay un interés por recordarlo como uno de los grandes hitos de la historia del «pueblo español».

Félix Lavilla, diputado socialista por Soria e impulsor de la propuesta, lo deja bien claro: «Numancia no terminó en el asedio, su espíritu prevalece». O sea, que la esencia numantina, ese carácter valeroso y aguerrido, continúa estando presente en los españoles. Lo cual explica otras muchas cosas, como por ejemplo esta campaña de fútbol del C.D. Numancia.

Al final, a base de tanta reiteración, la sociedad –en este caso la española– acaba reconociendo unos referentes compartidos que le hacen sentirse parte de una misma realidad. Y es que la historia, igual que la arqueología, es la cafetera Nespresso del nacionalismo y la televisión una de sus mejores campañas. Porque me diréis, ¿quién puede resistirse a un café tan bien presentado y tan altamente adictivo?

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