Mussolini y el fitness imperial

Poneos en situación. Esculturas clásicas de cuerpos atléticos mirando atentas a la pista de atletismo. Mármoles refulgentes. Pinos y cipreses. Mosaicos. Todo extremadamente romano. Y, en el centro, Mussolini haciendo aerobic con un body flúor, deportivas y calcetines altos. No es un sueño. Fue el sueño del dictador.

Mussolini, además de déspota y criminal, fue un personajazo de los grandes. Como buen líder de manual, le encantaba darse baños de masas y arengar con una teatralidad extrema (en esto era muy italiano), lo cual incluía gesticular mucho con las manos y, a veces, salir descamisado para hacer gala de su virilidad .

Nadie va a poner en duda –y menos yo, que soy una piedra progre– que a Mussolini le dio tiempo a hacer muchísimas cosas horribles en veinte años. Pero si hay algo que reconocer a su régimen, es la capacidad de construir un sentido de la estética de lo más apañado, en el que se combinaba la herencia romana antigua con nuevos aires futuristas.

Lo antiguo (mosaico) y lo moderno (tipografía futurista) para honrar a Mussolini (Il Duce).

El mensaje era claro: el pasado antiguo era un momento glorioso en el que Italia debía reflejarse, pero no con una mirada nostálgica, sino de futuro, pues la idea era proyectar un nuevo imperio. Y lo cierto es que tanto en sus apariciones en público como, en general, en todas las cosas fascistas que hizo, el dictador italiano se aficionó a echar mano del imaginario de la antigua Roma.

¿A quién no iba a gustar un buen desfile sincronizado, una loba capitolina, una columnata ciclópea o un SPQR bien labrado?

El «Colosseo Quadrato» en el barrio del EUR, Roma.

No fue el único, porque, quien más quien menos, todos los grandes poderes despóticos de la historia europea reciente han querido equipararse al Imperio Romano, sinónimo de potencia militar, buena organización y pragmatismo. Ahora bien, por razones obvias, Mussolini lo tenía más fácil que nadie.

Pero la fascinación de Mussolini por el pasado romano fue mucho más allá. Sobre la propia ciudad de Roma impulsó una serie de proyectos urbanísticos que buscaban hacer más visibles los grandes monumentos antiguos, como el Coliseo, el Foro Imperial o el Mausoleo de Augusto, pero también construir nuevos espacios de inspiración clásica.

Uno de los más célebres fue el Foro Mussolini, hoy en día conocido como Foro Itálico, un gran complejo deportivo inaugurado en 1932 al norte de la ciudad. Lo integraban diferentes edificios, incluyendo piscinas, estadios y espacios conmemorativos.

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Estatua clásica en la fachada de uno de los edificios del Foro Itálico

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La piscina del Foro Itálico

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El Stadio dei Marmi

El complejo fue levantado con la famosa estética clásico-futurista, en la que se fusionaban las estatuas, los mosaicos y los altares con tipografías y recursos estilísticos de lo más moderno en la época, para evocar una especie de espíritu imperial non-stop.

La idea de fondo, sin embargo, era más perversa: adiestrar física e ideológicamente a los más jóvenes en los principios del régimen, que pasaban, entre otras muchas cosas, por crear un pueblo fuerte y sano que justificase una supuesta superioridad racial. La cosa no llegó a cuajar. Lo bueno, a cambio, es que en la actualidad el complejo puede ser visitado e incluso utilizado sin miedo a convertirse en fascista.

Pero yo, en el fondo, solo puedo pensar en una cosa: en Mussolini haciendo steps con su body flúor en el Stadio dei Marmi bajo la atenta mirada de los maromi de piedra.