¿Quién lo tiene más largo?

El acueducto, quiero decir. Fardar de acueductos largos y muy pero que muy romanos empieza a ser una obsesión en algunos puntos de la geografía ibérica. A las breaking news de la semana me remito.

Hace algunos posts os conté que el alcalde de Mérida se había enfurruñado un poco porque un especialista había osado decir que el famoso acueducto de los Milagros no era tan romano como se pensaba. La corporación municipal llegó a decir que tomaría medidas legales contra todo aquel que pusiesen en duda la romanidad del monumento. ¡Acabásemos!

Pues bien, algo parecido ha pasado ahora en València. El investigador Miquel R. Martí Maties lanzaba la bomba, catapultada por el periódico El País hace apenas unos días: decía haber identificado un acueducto de nada más y nada menos que 98,6 quilómetros de longitud, que conectaba el manantial de Tuéjar con la ciudad de València.

Acueducto de Peña Cortada, Chelva (València).

Haciendo cuentas, el acueducto en cuestión pasaba automáticamente a encabezar el ranking de acueductos más largos de la Península Ibérica y se situaba como uno de los más extensos del mundo. Y os preguntaréis: ¿cómo es posible que semejante mamotreto haya pasado desapercibido hasta la fecha? Pues porque la propuesta tiene mucho de imaginación.

Veréis, en la actualidad se conservan tramos de obra del acueducto en distintos puntos del interior de la provincia de València. Entre ellos destacan los de Chelva, Calles y Gestalgar, en la montaña. Pero para buena parte del trazado que discurre en llanura no hay más evidencia que las que Martí Maties ha querido encontrar en los restos de acequias y canales medievales. Él defiende, de hecho, que el acueducto romano fue reutilizado por los árabes, pero sin evidencias.

Tramo del acueducto romano a su paso por Calles (València).

Frente a esta hipótesis tan suculenta pero tan poco probada, expertos en arqueología romana e historia medieval de la Universitat de València se han mostrado muy claros: la propuesta hace aguas por todas partes. ¿Por qué construir una gran infraestructura de cien quilómetros cuando había otras fuentes más cercanas? Vale que en València hay por naturaleza una inclinación hacia lo faraónico, pero tampoco hace falta remontar el hábito a la Antigüedad.

A Astérix no le faltaba razón

Pero, como suele pasar, las noticias que hablan de lo más grande, lo más antiguo y lo más más (siempre más), corren como la pólvora y sirven de munición para todo tipo de fines, especialmente los políticos. Algunos iluminados como Toni Cantó no dudaron en compartirla en Twitter hinchando pecho: «¡Vaya tesoros hay en mi tierra!», decía. Incluso se ha desencadenado una guerra abierta entre defensores y detractores de la universidad.

Todo este jaleo del acueducto viene a confirmar la desinformación generalizada que hay en materia de arqueología y patrimonio y lo fácil que es difundir teorías poco fundamentadas. Aunque El País no tardó en publicar un nuevo artículo recogiendo las opiniones de los especialistas, el bulo ya había sido acogido con entusiasmo por muchas personas.

Y después de este sermón moralista os voy a decir lo que a mí me inquieta de verdad: esa especie de deriva machirula empeñada en medir la potencia de la historia patria a través de la monumentalidad de sus restos arqueológicos: en Mérida con el acueducto que tenía que ser 100% romano (único y verdadero sello de calidad). Y en València con el más largo de todos los miembros de la comunidad de acueductos hispanos. ¿Pero qué invento es este? ¡Basta de hormonas! ¡Que parece esto un patio de la ESO!

Simpático señor-pene con capucha de humano o bronce de Príapo del s. I d. C.